Sábado 20 de febrero
Sigan absteniéndose de sangre (Hech. 15:29).
Las instrucciones que Jehová le dio al sumo sacerdote de Israel sobre qué hacer con la sangre en el Día de Expiación nos ayudan a entender mejor cómo la ve Dios. La sangre debía usarse con un único fin: expiar, o borrar, los pecados de quienes buscaban el perdón de Jehová. Ese día del año, el sumo sacerdote debía hacer salpicar la sangre de un toro y de una cabra macho delante de la cubierta del arca del pacto (Lev. 16:14, 15, 19). Con esto, Jehová perdonaría los pecados del pueblo. Dios también mandó que cualquiera que cazara a un animal, antes de comérselo, debía derramar su sangre y cubrirla con polvo. ¿Por qué? “Porque el alma [la vida] de toda clase de carne es su sangre.” (Lev. 17:11-14.) Cientos de años antes, Jehová les había dicho a Noé y a sus descendientes que no debían comer sangre; había prohibido consumirla para sustentar la vida (Gén. 9:3-6). w14 15/11 2:10, 11
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