Sábado 13 de febrero
Las muchedumbres quedaron atónitas por su modo de enseñar (Mat. 7:28).
Cuando Jesús predicaba, sus palabras “llenas de gracia” maravillaban a quienes lo escuchaban (Luc. 4:22). Tenía la costumbre de dejar que la Palabra de Dios hablara por él. Leía de ella, la citaba y sabía exactamente qué texto usar en cada situación (Mat. 4:4, 7, 10; 12:1-5; Luc. 4:16-21). Cuando la explicaba, tocaba el corazón de las personas. Tras su resurrección, mientras hablaba con dos discípulos que iban de camino a Emaús, “les interpretó cosas referentes a él en todas las Escrituras”. ¿Cuál fue la reacción de ellos? Dijeron: “¿No nos ardía el corazón [...] cuando nos estaba abriendo por completo las Escrituras?” (Luc. 24:27, 32). La actitud de Jesús demostraba que era “de genio apacible”, sabía controlar sus emociones (Mat. 11:29). Siempre fue paciente con sus discípulos, a pesar de los defectos que tenían (Mar. 14:34-38; Luc. 22:24-27). Y nunca perdió la calma, incluso cuando se le trató injustamente (1 Ped. 2:23). w15 15/2 2:11, 12
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