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lunes, 23 de mayo de 2016

No me des ni pobreza ni riqueza (Prov. 30:8).
Jehová no quiere que sus siervos vivan en la miseria, y es cierto que la migración es uno de los remedios más antiguos contra la pobreza (Sal. 37:25). Para que su familia no muriera de hambre, Jacob envió a sus hijos a Egipto a comprar alimentos (Gén. 42:1, 2). Hoy día, la mayoría de quienes deciden irse a vivir a otro lugar no lo hacen porque pasen hambre. Pero es posible que los aplasten las deudas o simplemente quieran que su familia viva más cómoda. En tiempos de Jesús también había mucha gente pobre y desvalida, y es probable que muchos pensaran que teniendo más dinero se sentirían más felices y seguros (Mar. 14:7). Pero Jesús no quería que confiaran en riquezas pasajeras, sino en Jehová, la Fuente de riquezas permanentes. En el Sermón del Monte explicó que la felicidad y seguridad verdaderas no dependen de lo que tengamos ni de lo mucho que trabajemos, sino de nuestra amistad con Jehová. w14 15/4 3:4, 5

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