Lunes 9 de mayo
¿Quién eres, para que estés juzgando a tu prójimo? (Sant. 4:12.)
Cuando somos humildes, reconocemos que nuestra autoridad es limitada y que no tenemos derecho a juzgar a los demás; no criticamos sus errores ni cuestionamos sus motivos (Luc. 6:37). Gracias a la humildad, evitamos ser “justo[s] en demasía” con quienes no tienen las mismas habilidades que nosotros ni las mismas responsabilidades (Ecl. 7:16). Los ancianos que son humildes no se creen superiores a los demás cristianos. En vez de eso, consideran “con humildad mental que los demás son superiores” a ellos y se portan “como uno de los menores” (Filip. 2:3; Luc. 9:48). Lo que decimos refleja si somos humildes o no (Luc. 6:45). La persona humilde no habla solo de sus propios logros (Prov. 27:2). Se fija en las cualidades que tienen los demás cristianos y los felicita por las cosas buenas que hacen (Prov. 15:23). w15 15/2 1:8, 10
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