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martes, 23 de agosto de 2016


El que piensa que está en pie, cuídese de no caer (1 Cor. 10:12).
Pensemos en el rey David del antiguo Israel. De joven venció a Goliat, el gigante filisteo. Con el tiempo fue soldado y rey de una nación, y como tal la protegió y tomó muchas decisiones importantes. Pero cuando confió en sí mismo, su corazón lo traicionó, de modo que cometió un pecado muy grave con Bat-seba y hasta se encargó de que mataran a su esposo, Urías. Felizmente, cuando Jehová lo corrigió, fue humilde, admitió su error y recuperó su amistad con él (Sal. 51:4, 6, 10, 11). Sigamos el consejo que se encuentra en el texto de hoy y no nos confiemos. Puesto que somos incapaces de “dirigir [nuestro] paso”, acabaremos siguiendo, o bien la voz de Jehová, o bien la de Satanás (Jer. 10:23). Por lo tanto, oremos sin cesar y sigamos la guía del espíritu santo. Sí, escuchemos atentamente la voz de Jehová (Isa. 30:21). w14 15/8 4:17, 18

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