Sábado 16 de enero
En caso de que hayas advertido a alguien inicuo y él no se vuelva de su iniquidad y de su camino inicuo, él mismo por su error morirá; pero en cuanto a ti, habrás librado tu propia alma (Ezeq. 3:19).
Los cristianos ya somos amigos de Jehová y tenemos la esperanza de vivir para siempre. Pero reconocemos que es nuestra responsabilidad “advertir al inicuo [que se vuelva] de su camino inicuo” para que viva (Ezeq. 3:17, 18). Claro, no predicamos solo para no tener culpa de sangre, sino porque amamos a Jehová y al prójimo. En su parábola del buen samaritano, Jesús ilustró lo que el amor y la misericordia significan. Pensemos: “Como el buen samaritano, ¿me compadezco de la gente? ¿Me impulsa esa compasión a predicar?”. No queremos ser como el sacerdote y el levita de la parábola, poniendo excusas y pasando “por el otro lado” (Luc. 10:25-37). La fe en las promesas de Dios y el amor al semejante nos motivarán a hacer cuanto podamos en la predicación antes de que el tiempo se agote. w14 15/4 2:14
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