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jueves, 11 de septiembre de 2014

Viernes 12 de septiembre

 
Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción (Rom. 15:4).
Absalón, hijo del rey David, era un hombre sumamente atractivo. Pero, al igual que Satanás, permitió que la ambición lo cegara y llegó al punto de codiciar algo que no le correspondía: el trono de su padre. Con gran astucia, trató de usurpar el puesto fingiendo estar muy interesado en los israelitas e insinuándoles que la corte real no se preocupaba por ellos. Absalón se valió de la misma treta que empleó el Diablo en el jardín de Edén: presentarse como el bueno de la historia y calumniar cruelmente a su propio padre (2 Sam. 15:1-5). ¿Le salió bien la jugada? Hasta cierto punto sí, pues la Biblia revela que “Absalón siguió robándose el corazón de los hombres de Israel” (2 Sam. 15:6). Sin embargo, su arrogancia lo condujo a la derrota, y tanto él como los miles de hombres a los que engañó acabaron perdiendo la vida (2 Sam. 18:7, 14-17). w12 15/7 2:4-6

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