Si yo, aunque soy Señor y Maestro, les he lavado los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque yo les he puesto el modelo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben hacerlo (Juan 13:14, 15).
¿Recuerda la noche en que Jesús les lavó los pies a sus apóstoles? Esa no fue la primera vez que les enseñó la importancia de ser humildes. Anteriormente, cuando vio que algunos de ellos manifestaban un espíritu competitivo, puso a un niño a su lado y les dijo: “Cualquiera que reciba a este niñito sobre la base de mi nombre, a mí me recibe también, y cualquiera que me recibe a mí, recibe también al que me envió. Porque el que se porta como uno de los menores entre todos ustedes es el que es grande” (Luc. 9:46-48). Consciente de las ansias de grandeza de los fariseos, dijo tiempo después: “Todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Luc. 14:11). Sin duda, Jesús desea que todos sus seguidores cultivemos humildad, es decir, una actitud opuesta al orgullo, la vanidad y la arrogancia. w12 15/11 2:2, 3
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