Noé era un “hombre justo” que “resultó exento de falta entre sus contemporáneos”. Como “andaba con el Dios verdadero”, Jehová le encargó construir un arca enorme (Gén. 6:9, 14-16). Su diseño permitiría que hombres y animales sobrevivieran al Diluvio. Obedientemente, Noé hizo “todo lo que le había mandado Jehová”. Con buena organización y la ayuda de su familia, terminó la construcción. Entonces, después de que los animales entraron en el arca, “Jehová cerró [...] la puerta” (Gén. 7:5, 16). En el Diluvio, que tuvo lugar en el año 2370 antes de nuestra era, Dios borró “toda cosa existente que había sobre la superficie del suelo”, pero salvó a Noé y su familia (Gén. 7:23). Todas las personas que viven hoy son descendientes de Noé, de sus hijos y de sus esposas. Ahora bien, toda la gente malvada que quedó fuera del arca murió porque no quiso escuchar a Noé, “predicador de justicia” (2 Ped. 2:5). w14 15/5 3:6, 7
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