El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un seto de espinos (Miq. 7:4).
Miqueas vio cómo la condición espiritual de los israelitas se fue deteriorando hasta volverse desastrosa durante el reinado del malvado Acaz (Miq. 7:2-6). El profeta declaró que los infieles israelitas eran como “un abrojo” y “un seto de espinos”. Igual que estas plantas espinosas hieren a cualquiera que las toca, aquellos israelitas corruptos hacían daño a todo el que se les acercaba. La situación se agravó tanto que hasta los lazos familiares se rompieron. Sabiendo que no podía hacer nada para cambiar aquella triste realidad, Miqueas le abrió su corazón a Jehová y entonces esperó pacientemente. Estaba seguro de que él intervendría cuando lo juzgara oportuno. Lo mismo que Miqueas, nosotros vivimos entre personas egoístas. Muchos son “desagradecidos, desleales”, y no tienen “cariño natural” (2 Tim. 3:2, 3). w13 15/11 2:3, 4
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