Sería de ingenuos pensar que el orgullo nunca va a surgir en el matrimonio. Por eso, si surge, debemos admitirlo y tomar medidas rápidamente. Cuando pasamos por alto los consejos de la Palabra de Dios, sufrimos sin necesidad. “En algunas ocasiones, mi esposo y yo no hemos seguido el consejo de Efesios 4:26, 27 —lamentó una hermana—. ¡Y pocas veces he dormido tan mal!” Es mucho mejor aclarar los asuntos enseguida con el objetivo de hacer las paces. Por supuesto, tal vez necesitemos concedernos mutuamente un poco de tiempo para calmarnos. También es oportuno pedirle a Jehová que nos permita tener la actitud correcta, la cual, entre otras cosas, incluye la humildad. Esta cualidad contribuirá a que nos concentremos en el problema, no en nosotros mismos. De lo contrario, la situación solo empeorará (Col. 3:12, 13). La humildad y la modestia contribuyen a que los casados aprecien las virtudes de su cónyuge. w13 15/5 3:15,
Sábado 12 de septiembre
Los recordatorios ayudaron a los primeros cristianos a mantener una fe firme. Pablo, quien estaba preso en Roma, le recordó a Timoteo: “Sigue reteniendo el modelo de palabras saludables que oíste de mí” (2 Tim. 1:13). ¡Cuánto debieron animar a Timoteo estas palabras! Por otro lado, el apóstol Pedro, después de estimular a sus hermanos cristianos a cultivar cualidades como el aguante, el amor fraternal y el autodominio, dijo: “Siempre estaré dispuesto a recordarles estas cosas, aunque las conocen y están firmemente establecidos en la verdad” (2 Ped. 1:5-8, 12). En efecto, las cartas que escribieron Pablo y Pedro transmitían “los dichos hablados previamente por los santos profetas” (2 Ped. 3:2). ¿Se molestaron los cristianos del primer siglo por recibir estos recordatorios? No, pues sabían que eran una prueba de que Dios los amaba y quería que siguieran “creciendo en la bondad inmerecida y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 3:18). w13 15/9 1:17, 18
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