Viernes 18 de marzo
¡Mira, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! (Juan 1:29.)
Jesús explicó que “no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos” (Mat. 20:28). Los “muchos” que se beneficiarían del rescate pagado por Jesús no serían solo los judíos arrepentidos. Más bien, es la voluntad de Dios que “hombres de toda clase se salven”, ya que el rescate “quita el pecado del mundo” (1 Tim. 2:4-6). ¿Tuvieron aquellos primeros discípulos de Jesús el valor necesario para seguir dando testimonio respecto a él? Claro que sí (Hech. 5:30-32). Unos veintisiete años después del Pentecostés del 33 pudo decirse que “la verdad de esas buenas nuevas” se había declarado a judíos y no judíos “en toda la creación [...] bajo el cielo” (Col. 1:5, 23). w14 15/7 4:7, 8
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