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viernes, 11 de marzo de 2016

Viernes 11 de marzo
Cristo murió en la carne, pero fue hecho vivo en el espíritu (1 Ped. 3:18).

Los apóstoles sabían que la resurrección de Jesús era diferente de las anteriores. Hasta entonces, quienes habían resucitado lo habían hecho con un cuerpo de carne y hueso y, finalmente, murieron de nuevo. Pero a Jesús se le dio un cuerpo espiritual incorruptible, que no puede deteriorarse ni morir (Hech. 13:34). Pedro escribió que Jesús estaba “a la diestra de Dios” en el cielo y que “ángeles y autoridades y poderes fueron sujetados a él” (1 Ped. 3:18-22). Las resurrecciones anteriores fueron extraordinarias, pero la de Jesús fue sin duda el mayor milagro de la historia. La resurrección de Jesús tuvo un profundo efecto en sus discípulos. Jesús ya no estaba muerto, sino que era un poderoso espíritu al que ningún hombre podía hacer daño. Además, su resurrección había demostrado que era el Hijo de Dios. Como resultado, sus discípulos dejaron de sentir tristeza y miedo, y se llenaron de alegría y valor. w14 15/11 1:5, 6

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