Tómate una esposa de las hijas de Labán (Gén. 28:2).
Jacob obedeció a su padre Isaac. Abandonando la seguridad que le proporcionaba su familia inmediata, que vivía en Canaán, viajó cientos de kilómetros, probablemente solo, hasta la región de Harán (Gén. 28:10). Puede que se preguntara: “¿Cuánto tiempo estaré ausente? ¿Me acogerá bien mi tío y me concederá una esposa que adore a Dios?”. Cualquier preocupación de ese tipo sin duda desapareció cuando Jehová le dijo en un sueño: “Aquí estoy yo contigo y ciertamente te guardaré en todo el camino por el cual estás yendo, y ciertamente te haré volver a este suelo, porque no voy a dejarte hasta que realmente haya hecho lo que te he hablado” (Gén. 28:15). ¡Cuánto debieron de tranquilizar y consolar a Jacob aquellas afectuosas palabras! ¿Puede usted imaginárselo después de esa experiencia, ansioso por ver cómo iba a cumplir Dios su promesa? Si usted ha dejado su hogar, quizás para apoyar la predicación en otro país, con toda probabilidad entenderá los sentimientos de Jacob. Y sin duda habrá visto pruebas de la protección de Jehová en su propio caso. w13 15/3 4:6, 7
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