[¿]Es él el Dios de los judíos únicamente? ¿No lo es también de gente de las naciones? (Rom. 3:29.)
En la antigua nación de Israel, la Ley establecía ciertos límites a los derechos de los extranjeros, pero también obligaba a los israelitas a tratarlos con justicia y respeto. El hecho de que los extranjeros pudieran beneficiarse de convivir con los israelitas revela cómo ve Jehová a quienes residen fuera de su país. Esto concuerda con las palabras de Pablo en el texto de hoy. Mediante el nuevo pacto, Jehová rechazó a Israel como nación elegida y en su lugar estableció una relación especial con la congregación de cristianos ungidos, que llegó a conocerse como “el Israel de Dios” (Gál. 6:16). Pablo explicó que en esta nueva nación “no hay ni griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, extranjero, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todas las cosas y en todos” (Col. 3:11). Por tanto, puede decirse que entre los cristianos ungidos no hay extranjeros. w12 15/12 4:2-4
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