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lunes, 21 de diciembre de 2015

Había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Esta mujer era de edad avanzada, y era una viuda de 84 años de edad (Luc. 2:36, 37).

La Biblia habla de una anciana llamada Ana que seguía alabando a Jehová a pesar de su edad. Cuando Jesús nació, era una viuda de 84 años. Probablemente no vivió lo suficiente para hacerse discípula de Jesús, ser ungida con espíritu santo ni tener la bendición de predicar las buenas nuevas del Reino. Sin embargo, Ana disfrutaba de lo que sí podía hacer. “Nunca faltaba del templo, rindiendo servicio sagrado noche y día.” Mientras el sacerdote ofrecía incienso en el templo cada mañana y cada noche, Ana seguramente estaría entre la multitud reunida en el patio orando en silencio, tal vez durante media hora. Durante una de esas visitas vio al pequeño Jesús y empezó a “hablar acerca del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén” (Luc. 2:38). w14 15/1 4:16

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