Hijitos, no amemos de palabra ni con la lengua, sino en hecho y verdad (1 Juan 3:18).
Las costumbres pueden variar de un país a otro, pero una sonrisa afectuosa, un apretón de manos o un saludo sincero son señales que les dicen a nuestros hermanos que de verdad nos importan. Ahora bien, ¿quién debe tomar la iniciativa? En una reunión con sus discípulos, “Jesús se acercó y les habló” (Mat. 28:18). De la misma forma, los ancianos de hoy toman la iniciativa en acercarse a sus hermanos y hablarles. ¿Qué efecto tiene esto en el rebaño? Una precursora de 88 años de edad observó: “Cuando los ancianos me reciben en el Salón del Reino con una sonrisa y palabras de estímulo, siento crecer el cariño que les tengo”. Otra fiel hermana añadió: “Quizás no parezca gran cosa, pero para mí significa muchísimo que un anciano me sonría cuando llego a la reunión”. w13 15/6 1:6, 8
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