Cada uno tiene que resultar ser como escondite contra el viento
y escondrijo contra la tempestad de lluvia (Is. 32:2).
¿Qué se debe hacer si los problemas de algún hermano crecen hasta el punto de amenazar su salud espiritual? El discípulo Santiago escribió: “¿Hay alguno enfermo entre ustedes? Que llame [...] a los ancianos de la congregación, y que ellos oren sobre él, untándolo con aceite en el nombre de Jehová. Y la oración de fe sanará al indispuesto, y Jehová lo levantará. También, si hubiera cometido pecados, se le perdonará” (Sant. 5:14, 15). Aunque alguien que está enfermo espiritualmente no llame a los ancianos, ellos deben acudir en su ayuda en cuanto se enteren de la situación. Cuando los superintendentes oran a Dios con sus hermanos y a favor de ellos y los apoyan cuando lo necesitan, demuestran ser buenos pastores espirituales que reconfortan a las ovejas puestas a su cuidado. w13 15/11 5:16
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