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domingo, 4 de septiembre de 2016


Aquí está la sangre del pacto que Jehová ha celebrado con ustedes (Éx. 24:8).

Mediante el pacto de la Ley, Dios separó a la nación de Israel como su nación escogida. En ese momento llegó a ser su Juez, su Legislador y su Rey (Is. 33:22). La historia de Israel muestra lo que pasa cuando se obedecen las justas normas de Dios y también cuando se desobedecen. La Ley prohibía casarse con paganos y adorar a dioses falsos, pues su objetivo era impedir que la línea por la que vendría la descendencia de Abrahán se contaminara (Éx. 20:4-6; 34:12-16). Ese pacto les daba a los israelitas la oportunidad excepcional de convertirse en “un reino de sacerdotes” si obedecían las leyes de Jehová (Éx. 19:5, 6). Sin embargo, Israel no cumplió este requisito. Y en vez de dar la bienvenida al Mesías —la parte principal de la descendencia de Abrahán—, la nación lo rechazó. Así que Dios rechazó a la nación. w14 15/10 2:3-5

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