Siento anhelo por todos ustedes en tierno cariño como el de Cristo Jesús (Filip. 1:8).
Jesús demostró ternura y compasión. Cuando vio que su amiga María y otras personas estaban llorando porque Lázaro había muerto, él también comenzó a llorar (Juan 11:32-35). Movido por la compasión, ya le había devuelto la vida al hijo de una viuda. Esa misma cualidad lo llevó a resucitar a su amigo Lázaro (Luc. 7:11-15; Juan 11:38-44). Es posible que, con aquel acto, Jesús le diera una nueva esperanza para el futuro: la de vivir en el cielo. En una ocasión anterior, Jesús “se enterneció” por un grupo de personas que llegó hasta donde él estaba y “comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mar. 6:34). Aquello tuvo que haberse quedado muy grabado en el corazón de quienes aceptaron sus enseñanzas. No cabe duda de que la compasión de Jesús era más que un simple sentimiento, lo movía a ayudar a las personas (Mat. 15:32-38; 20:29-34; Mar. 1:40-42). w15 15/2 1:11, 12
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