Domingo 12 de junio
Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones (Mat. 28:19).
Los cristianos del siglo primero se beneficiaron del sistema de calzadas romanas. Los ingenieros romanos hicieron más de 80.000 kilómetros (50.000 millas) de calzadas que conectaban prácticamente todas las provincias romanas a través de bosques, desiertos y montañas. Además de las calzadas, los romanos contaban con 27.000 kilómetros (17.000 millas) de ríos y canales por los que navegar. Y, por mar, los barcos romanos recorrían unas novecientas rutas que conectaban cientos de puertos. Así que los cristianos podían desplazarse por todo el mundo romano. A pesar de que había algunas dificultades, el apóstol Pablo y otros viajaron sin necesidad de pasaportes ni visados. No había controles de inmigración ni aduanas. Y como los delincuentes temían ser castigados, era bastante seguro transitar por las calzadas. La armada mantenía las rutas marítimas libres de piratas, por lo que tampoco era demasiado peligroso navegar. w15 15/2 3:1, 9, 10
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