Aunque a todos los demás se les haga tropezar respecto a ti, ¡a mí nunca se me hará tropezar! (Mat. 26:33.)
Pedro no debió confiarse tanto como lo hizo, pues aquella misma noche falló: no demostró tener un espíritu de sacrificio. En un intento por protegerse a sí mismo, negó a Jesús tres veces (Mat. 26:69-75). A pesar de sus luchas y tropiezos, Pedro nos dejó un ejemplo muy animador. Con esfuerzo y con la ayuda del espíritu santo, fue capaz de mantener a raya sus tendencias egoístas y demostrar autodominio y amor abnegado (Gál. 5:22, 23). Aguantó pruebas que pudieran parecer más duras que aquellas en las que había fallado. Por ejemplo, cuando Pablo lo reprendió en público, Pedro reaccionó con humildad (Gál. 2:11-14). Y no le guardó rencor pensando que aquella reprimenda había dañado su reputación. Al contrario, siguió considerándolo su amado hermano (2 Ped. 3:15). Su ejemplo puede ayudarnos a cultivar un espíritu de sacrificio. w14 15/3 1:14, 15
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