Nos recomendamos como ministros de Dios por noches sin dormir, por veces sin alimento (2 Cor. 6:4, 5).
Como muestran las experiencias del apóstol Pablo, por causa de nuestro ministerio podríamos pasar noches sin dormir y días sin comer. Estas expresiones pintan una vívida imagen de lo que implica sacrificarse, y quizás nos hagan pensar en precursores que ponen su ministerio en primer lugar en la vida mientras se sostienen económicamente. Piense, también, en nuestros devotos misioneros, quienes se entregan por entero a servir a personas de otros países (Filip. 2:17). ¿Y qué decir de los abnegados ancianos que a veces dejan de comer o dormir para atender a las ovejas de Jehová? Y además están los hermanos de edad avanzada o con mala salud que hacen todo lo posible por asistir a las reuniones cristianas y participar en el servicio del campo. Nos conmueve pensar en todos estos siervos de Dios que manifiestan tal espíritu de sacrificio. Sus actos influyen en la opinión que otras personas tienen de nuestro ministerio. w1315/5 2:7
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