Así borró Dios toda cosa existente que había sobre la superficie del suelo (Gén. 7:23).
El Diluvio no acabó con la imperfección. Tampoco libró a los hombres de la influencia invisible de Satanás y sus demonios. Por eso, al cabo de poco tiempo, la rebelión contra el bondadoso dominio de Jehová volvió a surgir. Nemrod, bisnieto de Noé, desafió la soberanía divina a una escala sin precedentes; la Biblia lo define como “un poderoso cazador en oposición a Jehová”. Fundó grandes ciudades, como Babel, y se proclamó rey de “la tierra de Sinar” (Gén. 10:8-12). ¿Qué medidas tomó el Rey de la eternidad contra este rey rebelde que intentaba frustrar su propósito de llenar la Tierra? (Gén. 9:1.) Dios hizo que la gente hablara en diferentes lenguas. ¿Qué logró con esto? Que, al no entenderse unos a otros, los seguidores de Nemrod se vieran obligados a dispersarse “por toda la superficie de la tierra”. Eso sí, se llevaron con ellos sus prácticas religiosas falsas y sistemas de gobierno humanos (Gén. 11:1-9). w14 15/1 1:8, 10
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