Los ojos de Jehová están en todo lugar (Prov. 15:3).
Aunque David temió a Dios, cometió pecados graves. Dos de ellos tuvieron que ver con un matrimonio, el de Urías y Bat-seba. El rey añadió a su adulterio con Bat-seba el asesinato de Urías, un hombre inocente. Las consecuencias fueron dolorosas para todos los implicados. No obstante, la forma en que Dios corrigió a David nos dice mucho sobre el perdón divino. Él le envió a su profeta Natán. Como es un Dios que quiere perdonar, parece que deseaba encontrar un motivo para mostrarle misericordia. ¿No es alentadora la forma en que se encargó del asunto? Él no obligó a David a confesar; simplemente hizo que Natán le relatara una historia que resaltaba la gravedad de sus pecados (2 Sam. 12:1-4). Aquel resultó ser un modo muy eficaz de atender la situación. David comprendió la gravedad de sus actos y admitió apesadumbrado: “He pecado contra Jehová” (2 Sam. 12:5-14). w12 15/11 4:3, 5-7
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